Almada: un exitoso festival que “pasa” de culturetas

El pasado jueves se cerró la 36ª edición de esta popular cita que se desarrolla a ambos lados del Tajo y que ha tenido este año a Isabelle Hupert como uno de sus grandes reclamos

Raúl Losánez in La Razon, 17 Julho 2019 noticia online

Sea o no el festival de teatro más rico de Europa, tal y como sostienen algunos, lo que sí es cierto es que Almada permite cada año, como muy pocas otras citas veraniegas, ver reunidas algunas propuestas internacionales de estilo y procedencia diversa que, muchas veces, se convierten luego en grandes apuestas de los principales teatros, españoles y también extranjeros, en sus respectivas temporadas regulares. Sin embargo, tanto o más que por su programación, el Festival de Almada es único, y en esto sí que no hay duda de ninguna clase, por su organización y por su público.

Lejos de manejar un presupuesto desorbitado, lo que sí tiene el director del evento, Rodrigo Francisco, es la tranquilidad pecuniaria que, año tras año, proporcionan las instituciones públicas, que cubren dos tercios de los 534.000 euros que ha manejado para esta 36ª edición que el pasado jueves se clausuró (el otro tercio sale de los ingresos de la taquilla y de la propia Compañía de Almada, que es la organizadora). Esa relajación que da no tener que alcanzar unos complicados objetivos de rentabilidad, sino exclusivamente artísticos, se nota en el ambiente de un festival en el que todo está ideado exclusivamente para compartir y celebrar el hecho escénico. Aquí el espectador, más que “acudir” al teatro, “convive” es ese teatro con las compañías y con el resto de espectadores. “Nosotros, en realidad, no queremos hacer un festival para teatreros y culturetas –explica Rodrigo Francisco a LA RAZÓN-, queremos hacer un festival de verdad para el público, que incluya todo. Cuanto más y más diverso, mejor. Solo tratamos de añadir, y no de constreñir, las maneras de mirar al teatro y al mundo. Eso ha hecho que el público se haya habituado a ver propuestas de todo tipo; que las entienda y que las valore. Por eso, creo que a este festival la gente viene a disfrutar, no a criticar”.

De hecho, tanto el Teatro Municipal Joaquím Benite, que es la sede principal, como la contigua Escuela Antonio Da Costa cuentan con sendos comedores, el primero para el mediodía y el segundo, al aire libre, para las noches, en los que el público, los actores, los organizadores y la prensa especializada comparten una modesta pero muy agradable mesa para reponer fuerzas y conversar afablemente antes de entrar a ver alguna de las funciones. La más nocturna de todas ellas suele ser la del Palco Grande de la mencionada escuela, cuyo aforo es de 672 localidades; un espacio por el que han pasado estas dos últimas semanas algunas figuras de la escena internacional: el director francés Patrice Thibaut, que ha puesto en pie una particular, y en cierto modo caricaturesca, visión del flamenco llamada “Franito” que llegará en septiembre a los Teatros del Canal de Madrid; la genial compañía alemana de teatro de máscaras Familie Flöz, cuyo espectáculo “Dr. Nest” –que fue elegido por el público el mejor de la edición anterior y, cumpliendo con la tradición que marca el festival, ha sido por ello repuesto este año- vendió todo rápidamente y congregó a una multitudque llenaba las gradas e incluso las escaleras de acceso a los asientos; el portugués António Pires, director del Teatro do Bairro de Lisboa, que ha traído a Almada su aproximación a la obra de Bertolt Brecht “Terror y miseria del Tercer Reich”, protagonizada por dos conocidos actores lusos: Adriano Luz e Inês Castel-Branco; o, sin irnos muy lejos, el español Rafael Álvarez “El Brujo”, un asiduo ya de este festival, que ha representado su homenaje al teatro griego, repleto de ironía y mordacidad, que se titula “Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia”.

No es el único español que ha pisado este año el Festival de Almada; también Lucía Miranda ha dejado su huella aquí con el proyecto transcultural “País clandestino”, un montaje de teatro documental que la vallisoletana ha coescrito y codirigido junto a otros cuatro creadores de distinta procedencia y que habla, sin renunciar a la diversión y el entretenimiento, según ella misma nos explicaba allí, “de la globalización y de cómo la política de los diferentes países de cada uno de nosotros –España, Argentina, Francia, Uruguay y Brasil- se adentra en nuestras vidas personales y en la historia familiar que arrastramos; este país clandestino del título es un lugar inventado en el que todo el mundo tiene cabida y en el que se hablan muchas lenguas”. Otro destacado montaje, que se llevó una merecida y contundente ovación, y que, según parece, ya se están rifando algunos teatros españoles para la próxima temporada, es “Estación seca”, de la compañía francesa Non Nova. Se trata de un espectáculo de danza, con una dramaturgia brillante y una demoledora interpretación, que repasa de manera muy crítica la evolución de un mundo injustamente masculinizado, estresante hasta la locura y trágicamente violento y autodestructivo. Sencillamente, soberbio.

En total, 20 montajes se han exhibido estos días solo en la ciudad de Almada, repartidos en siete espacios o salas diferentes. Pero no solo ha habido teatro a este lado del Tajo. El director del festival es muy consciente del “flujo de espectadores entre Almada y Lisboa” que permite este evento, y del cual “se benefician turísticamente ambas ciudades”. Por eso, la programación se extiende también al otro margen del río, llegando este año incluso a Cascais, en cuyo Teatro Mirita Casimiro se ha podido ver la versión de ‘El sueño’, de Strindberg, que ha dirigido el artista homenajeado en esta edición del festival, Carlos Avilez, con un multitudinario grupo de alumnos acompañando en el elenco al veterano actor Ruy de Carvalho.

Pero ha sido la capital portuguesa la que ha albergado algunas de las propuestas más atractivas y, por qué no decirlo, más comerciales también; esas que justifican ya en sí mismas una escapada cultural a Lisboa para ver una buena función y, de paso, para conocer dos espacios tan imponentes como son, cada uno en su estilo, el decimonónico Teatro Nacional Doña María II, uno de los mejores ejemplos de construcción neoclásica de la capital, y el gigantesco Centro Cultural de Belem, erigido en los años 90 junto al popular Monumento a los Descubrimientos y que hoy alberga toda clase de manifestaciones artísticas. Si en el María II el público más exigente salió admirado con el montaje italiano de “Macbeth” que dirige Alessandro Serra, sobran los detalles para hablar del entusiasmo, y hasta el fervor, con el que un auditorio de Belem completamente abarrotado aplaudió a la conocidísima y arisca actriz francesa Isabelle Huppert –en un trabajo que no era en realidad excesivamente complicado desde el punto de vista puramente interpretativo- como protagonista de “Mary said what she said”, un monólogo de Darryl Pinckney sobre la vida de la reina María Estuardo de Escocia, que el aclamado director Robert Wilson ha recubierto de un poderoso lenguaje musical y lumínico. La obra podrá verse también este domingo y el próximo lunes en España, dentro de la programación del Festival GREC de Barcelona.

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